martes, 11 de abril de 2017

El Crédito

Antes de El Crédito

Una nueva obra que vamos a ver en el Teatro Maravillas, El Crédito, reestreno en el que cambian actores y director.
En esta nueva versión vamos a ver actuar a Antonio Pagudo (al que le podemos ver en La Que Se Avecina) y Vicente Romero (al que ya vimos en obras como Losers), en la dirección, un habitual en la cartelera madrileña, Gabriel Olivares (Burundanga, La Madre que me Parió, El Secuestro, El Nombre).
En el cartel llueve dinero, ¿lloverán también las risas y los aplausos? Siempre llevo sombrero por si acaso.


Después de El Crédito

Primera versión.

Necesitas dinero. No ganas suficiente, tu cuñado no te presta ni un duro y tus padres ya no te dan la paga.
Solo te queda esa opción. Ésa. Con los señores trajeados, los bolígrafos atados antirobos y el papeleo indescifrable.
Y uno de esos papeles es el que te deniega el crédito. Y un encorbatado te lo da sin pestañear ni tener la más mínima empatía. Igual es hora de tomárselo un poco personal y favorecer y acelerar un poco el procedimiento para que el dinero pueda moverse y conocer mundo.


Segunda versión.

Viene un cliente a la empresa en la que trabajas y te pide algo que por protocolo interno te es imposible de conceder.
Ah, un pequeño detalle, es usted (ahora yo me acojono y ya no le tuteo) trabajador de banca, y pese a ello duerme aceptablemente bien. Pero ese cliente viene dispuesto a joderle el sueño por 3.000 cochinos euros. Maldita sea, y parece que tiene un plan meticuloso, elaborado y dentro de la legalidad para conseguirlos.

Y ahora, la mejor versión.

Pillas entradas para ver una obra de teatro que te apetece. Te acomodas en la butaca, te expandes por todo el asiento teniendo cuidado para evitar el contacto físico con los otros espectadores y miras hacia el escenario mientras esperas que levante el telón. Apuestas a que te va a molar.

Empieza cuando una persona pide un crédito y no se lo conceden. Algo tan natural en nuestra sociedad como esto puede dar lugar a una obra de teatro para partirse de risa. De cómo una persona puede arruinarte la vida si no la ayudas previamente. O quizá haya sido el karma, aunque mejor no lo culpes por lo que te pasa por empleado de banca.

Desde tu butaca lo ves todo, juzgas, te ríes y sobre todo, disfrutas con las actuaciones maravillosas de los dos genios de la interpretación. Has hecho bien tu envite, sabías que te iba a gustar y relames esos momentos de risas explosivas.


Todos somos malvados


Antes de El pintor de batallas

Sólo hace falta darse una vuelta por twitter para ver que Pérez-Reverte no deja indiferente a nadie. O maestro de las letras o creador de bestsellers. O valiente o machirulo. O defensor de Occidente o racista. Hoy toca enfrentarse a El pintor de batallas, la primera adaptación al teatro que permite y de su novela más autobiográfica para más inri.

Después de El pintor de batallas

Todos tenemos nuestros fantasmas, esos pensamientos recurrentes que vuelven desde el pasado para decirnos que nos equivocamos, que fuimos unos crétinos o que, simple y llanamente, somos bastante más hijos de puta de lo que nos gustaría reconocer. Y hoy nos encontramos con la historia de un fantasma, ese Faulques recluido en una torre, al que se le aparece uno de estos fantasmas del pasado con el aspecto de un exsoldado croata llamado Markovic. Esta confrontación nos pasea por las miserias humanas, se van desgranando momentos del pasado en los que ambos personajes pudieron convertirse en el heroe de la narración pero el miedo, el egoismo o el simple anhelo de supervivencia los hicieron mantenerse como meros espectadores de la realidad que les ha tocado vivir.

Es dificil no preguntarse cuantos fantasmas han visitado a Pérez-Reverte para necesitar transmutarse en Faulques sin ningún disimulo. Cuantas noches habrá llegado un visitante inesperado a robarle su paz, o su guerra. Esas guerras que vivió y fue almacenando en el rincón más oscuro de su mente a la vez que se iba convertiendo en un novelista casi tan respetado como leído.

No está de más que vean la obra despistados que no sepan el motivo por el cual la madre de Bambi tuvo que morir, no conozcan el significado de eso que en los telediarios llaman los mercados o se sorprendan de que los pies de Trump descansan sobre la mesa del despacho oval.

No lo olvide, querido lector, todos somos malvados.

miércoles, 5 de abril de 2017

Ghost in the Shell

Antes de Ghost in the Shell





Mi adolescencia otaku dio pasó a mi adultez cinéfila sin haber visto uno de los animes más valorados y en el que se basa esta película. 
Queria verla antes de ver el remake americano, pero tras horas jugando al Hearthstone y al Zombies vs Plants, haciendo diversas labores del hogar, teniendo que estar en el curro y demás pérdidas absurdas de tiempo, estoy sentada en la butaca del cine, preperándome para ver cómo le sienta el traje a la Johansson sin ninguna objeción por experiencia propia que diga que el anime es mejor que el remake.



Después de Ghost in the Shell


Espectáculo. No se me ocurre ninguna palabra más. Ghost in the Shell es pura espectacularidad, y lo he gozado una barbaridad.
Sin haberlo visto, se nota la influencia de la original en la estética, localización y dinámica de la historia. El uso del CGI está muy conseguido y es un plus más a añadir para los fanáticos de la ciencia ficción.

Además para los fans y los nuevos conversos como la que escribe, se puede disfrutar visualmente de cómo le queda el body a la Johansson (todo siempre bajo un punto de vista estético y para nada relacionado con la temida palabra 'patriarcado').
She's the woman, pero no antes que usted, Miss Huppert.